Para visualizar las diferencias que existen entre estos enfoques se empleará el proceso de toma de decisiones, en el cual es deseable la racionalidad al tomar la decisión, pero no existe un total acuerdo en lo que se entiende por ella. Al respecto se han propuesto dos teorías ideales de tomadores de decisiones que se han llamado el hombre económico y el hombre administrativo.
El Hombre Económico.
Las primeras teorías sobre toma de decisiones suponían que el encargado de tomarlas operaba en un ambiente de rutina, previsible, en el cual se conocían con certeza todas las posibles alternativas como también sus resultados. Esta persona se designa en literatura como el hombre económico, que se caracteriza por conocer en forma perfecta los precios y disponibilidades de bienes y servicios. Este hombre podía ordenar sus preferencias por los distintos grupos de productos y escoger aquella combinación que mejor satisface a sus necesidades, maximizando su utilidad. Según la teoría económica, el objetivo de utilidades era lo que empujaba al hombre de negocios y a su vez el empleado maximizaba su sueldo. Así este modelo económico se basa en el supuesto que todo individuo evalúa las alternativas económicas a su disposición, eligiendo lo que le produce una mayor utilidad monetaria.
El Hombre Administrativo.
El modelo del hombre administrativo, planteado por Herbert Simón (, 1959), establece que el enfoque de la teoría económica no describe lo que ocurre en realidad, pues el medio ambiente en que se toma la decisión es complejo, con un número siempre grande de alternativas y una vasta cantidad de información difícil de analizar. Esto crea una situación de conocimiento imperfecto y de falta de certeza, características que imposibilitan la maximización de la utilidad monetaria de quien toma la decisión.
March y Simón ( , 1958 ) indican que debido a estas características las decisiones siempre se toman en base a un modelo limitado de la realidad, haciendo una simplificación de una situación real, y que el hombre se comporta racionalmente con respecto a esta abstracción del mundo real. Así ellos substituyen la racionalidad objetiva del hombre económico por el concepto de racionalidad subjetiva, permitiendo así que en la decisión puedan influir incluso los valores personales del tomador de decisiones.
Además estos autores sostienen que la información limitada de que dispone un administrador lo obliga a “satisfacer” en vez de “optimizar”. Por satisfacer, Simón enriende que el hombre administrativo busca alternativas hasta que encuentra una que cumple con sus normas mínimas de satisfacción subjetiva. Deja de revisar alternativas cuando encuentra la primera satisfactoria en lugar de proceder a maximizar su utilidad.
Aún en la actualidad la discusión académica continúa; algunos dicen que ambas son deficientes o que se debe buscar una reconciliación entre ellas. Debe quedar claro, sin embargo, que hoy no existe una teoría que explique lo que se entiende por racionalidad en la toma de decisiones.